El asesinato en Neuquén del profesor Carlos Alberto Fuentealba por un policía que ya había sido condenado dos veces por apremios a detenidos ensombrece la escena política, en pleno proceso de discusión salarial y a seis meses de las elecciones presidenciales, y demuestra la pertinencia de un debate cultural que la sociedad es renuente a enfrentar en términos conceptuales, aunque no haya perdido sus reflejos ante la barbarie. Sólo el empresario Juan Blumberg se atrevió a responsabilizar a los manifestantes por cortar la ruta, tal como hizo cuando descalificó al adolescente Sebastián Bordón, asesinado por la policía de Mendoza. Cual patético Maxwell Smart, también el gobernador Jorge Sobisch postula la antinomia Kaos vs. Control como eje ordenador de la realidad. La conmoción por el crimen fue suficiente para producir un acercamiento entre las dos centrales sindicales que compiten por la representación de los trabajadores, las que coincidieron en una declaración conjunta de repudio y en un paro de actividades para mañana. No alcanzó en cambio para llamar a sosiego a las fuerzas políticas que, a derecha e izquierda, procuraron endilgar la muerte de Fuentealba al gobierno nacional, pese a su evidente falta de afinidad e incluso de diálogo con el gobernador Jorge Sobisch. El gobierno, por su parte, no se hizo cargo de la situación en Santa Cruz, donde la Gendarmería sigue acampando en las escuelas para impedir ocupaciones y actividades de fin de semana de los docentes. Esto le impidió ser más contundente en la condena a Sobisch.
El mayor de los gremios docentes está enrolado en la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), cuyo secretario general, Hugo Yasky, es también el principal dirigente de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA). Pero otras organizaciones menores de docentes están afiliadas a la Confederación General del Trabajo (CGT). El sindicato provincial docente neuquino tiene una línea próxima a la de la conducción nacional, pero la filial capital intenta desbordar a unos y otros por izquierda. Después de un mes de conflicto la mitad del gremio estaba dispuesta a aceptar el ofrecimiento salarial de la provincia. Su rechazo se decidió por apenas dos votos de diferencia en una asamblea general dividida en partes casi iguales. No sólo Sobisch escaló el enfrentamiento sin medir las consecuencias. El jueves Yasky participó en un encuentro con representantes de organismos defensores de los derechos humanos, en el que convocaron a la movilización de mañana a las 11 en el Obelisco. Con acuerdo de los organismos, Yasky planteó que el respeto por la vida de los trabajadores era un límite infranqueable para su central. Así fue establecido durante la extensa gestión de su predecesor, el líder de los trabajadores del Estado, Víctor De Gennaro. Luego de la conferencia de prensa, Yasky y De Gennaro convinieron en la utilidad de una acción conjunta con la CGT. Yasky se comunicó con su secretario general y Hugo Moyano aceptó sin dilaciones. Esa misma tarde acordaron la conferencia de prensa y la declaración conjunta del viernes. Desde los tiempos del menemismo, cuando Moyano conducía una línea interna opositora a la conducción de la CGT, no se producía esta coincidencia. “Estamos en plena negociación salarial y no podemos permitir que por cada conflicto nos maten un compañero”, lo fundamentó Moyano .....
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